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viernes, 30 de abril de 2021

ODA AL LIBRO PABLO NERUDA




 Oda al Libro I

Libro, cuando te cierro

abro la vida.

Escucho

entrecortados gritos

en los puertos.

Los lingotes del cobre

cruzan los arenales,

bajan a Tocopilla.

Es de noche.

Entre la islas

nuestro océano

palpita con sus peces.

Toca los pies, los muslos,

Las costillas calcáreas

de mi patria.

Toda la noche pega en sus orillas

y con la luz de día

amanece cantando

como si despertara una guitarra.

A mí me llama el golpe

del océano. A mí

me llama el viento,

y Rodríguez me llama,

José Antonio,

recibí un telegrama

del sindicato «Mina»

y ella, la que yo amo

(no les diré su nombre),

me espera en Bucalemu.

Libro, tú no has podido

empapelarme,

no me llenaste

de tipografía,

de impresiones celestes,

no pudiste

encuadernar mis ojos,

salgo de ti a poblar las arboledas

con la ronca familia de mi canto,

a trabajar metales encendidos

o a comer carne asada

junto al fuego en los montes.

Amo los libros

exploradores,

libros con bosque o nieve,

profundidad o cielo,

pero

odio

el libro araña

en donde el pensamiento

fue disponiendo alambre venenoso

para que allí se enrede

la juvenil y circundante mosca.

Libro, déjame libre.

Yo no quiero ir vestido

de volumen,

yo no vengo de un tomo,

mis poemas

no han comido poemas,

devoran

apasionados acontecimientos,

se nutren de intemperie,

extraen alimento

de la tierra y los hombres.

Libro, déjame andar por los caminos

con polvo en los zapatos

y sin mitología:

vuelve a tu biblioteca,

yo me voy por las calles.

He aprendido la vida

de la vida,

el amor lo aprendí de un solo beso,

y no pude enseñar a nadie nada

sino lo que he vivido,

cuanto tuve en común con otros hombres,

cuanto luché con ellos:

cuanto expresé de todos en mi canto.


Oda al Libro II


Libro

hermoso,

libro,

mínimo bosque,

hoja

tras hoja,

huele

tu papel

a elemento,

eres

matutino y nocturno,

cereal,

oceánico,

en tus antiguas páginas

cazadores de osos,

fogatas

cerca del Mississipi,

canoas

en las islas,

más tarde

caminos

y aminos,

revelaciones,

pueblos

insurgentes,

Rimbaud como un herido

pez sangriento

palpitando en el lodo,

y la hermosura

de la fraternidad,

piedra por piedra

sube el castillo humano,

dolores que entretejen

la firmeza,

acciones solidarias,

libro

oculto

de bolsillo

en bolsillo,

lámpara

clandestina,

estrella roja.


Nosotros

los poetas

caminantes

exploramos

el mundo,

en cada puerta

nos recibió la vida,

participamos

en la lucha terrestre.

¿Cuál fue nuestra victoria?

Un libro,

un libro lleno

de contactos humanos,

de camisas,

un libro

sin soledad, con hombres

y herramientas,

un libro

es la victoria.

Vive y cae

como todos los frutos,

no sólo tiene luz,

no sólo tiene

sombra,

se apaga,

se deshoja,

se pierde

entre las calles,

se desploma en la tierra.

Libro de poesía

de mañana,

otra vez

vuelve

a tener nieve o musgo

en tus páginas

para que las pisadas

o los ojos

vayan grabando

huellas:

de nuevo

descríbenos el mundo,

los manantiales

entre la espesura,

las altas arboledas,

los planetas

polares,

y el hombre

en los caminos,

en los nuevos caminos,

avanzando

en la selva,

en el agua,

en el cielo,

en la desnuda soledad marina,

el hombre

descubriendo

los últimos secretos,

el hombre

regresando

con un libro,

el cazador de vuelta

con un libro,

el campesino

arando

con un libro.

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